Con fecha 29 de mayo de 1950, el general Manuel A.Odría promulga la Ley N° 11377 " Estatuto y Escalafón del Servicio Civil" que en su Artículo 105" establece como "Día del Empleado Público" la fecha de su promulgación y que "debiendo conmemorarse todos los años con ceremonia y actuaciones que realcen su significado".
Posteriormente se ratifica esta celebración y por eso,con fecha 18 de mayo de 1992 se expide la RESOLUCIÓN JEFATURAL N°108-92-INAP/DNP , por la que se aprueba la Directiva que señala Ias pautas y la fecha para la celebracíón del Día del Servidor de la Administración Pública con el objetivo de " Realzar el desempeño de la función pública que cumpTe el servidor de la Administración Pública, para que con su aporte posibilite el logro del Desarrollo Nacional".
Ella contiene la DIRECTIVA N9 004-92-INAP/DNP "CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL SERVIDOR PUBLICO" :
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EN ESTA FECHA TAN ESPECIAL, EXIGIMOS UN MEJOR TRATO, MEJORES CONDICIONES DE TRABAJO, EQUIDAD REMUNERATIVA Y JUSTICIA PARA TODOS LOS TRABAJADORES DEL ESTADO
DESDE ESTA TRIBUNA A NOMBRE DE NUESTRA GLORIOSA FENTASE LES EXTENDEMOS NUESTRO ABRAZO Y SALUTACIÓN, DESEANDO EL MEJOR DESARROLLO PERSONAL Y SOCIAL DE CADA UNO DE UDS.
¡¡¡ DIGNIFICAR AL SERVIDOR PÚBLICO, ES HACER JUSTICIA SOCIAL
¡¡¡ FELIZ DÍA DEL SERVIDOR PÚBLICO EN LA EDUCACIÓN !!!
Es un vocero para comunicarnos con todos los Trabajadores Administrativos del Sector Educación
NO EN VANO SE NACE AL PIÉ DE UN VOLCÁN
miércoles, 26 de mayo de 2010
lunes, 10 de mayo de 2010
jueves, 29 de abril de 2010
LOS MÁRTIRES DE CHICAGO
El 1 de mayo de 1866, estalló la huelga general por las 8 horas de trabajo sin disminución de salarios en los Estados Unidos. Más de 5,000 fábricas cerraron sus puertas y los obreros ocuparon calles y plazas para hacer realidad una jornada humana de labores por la cual desde hacia decenios venían bregando.
En Chicago, merced a las condiciones miserables de trabajo y de vida, los sucesos tomaron otro giro, mucho más violento y descarnado que en otros Estados . Para el día 4 de mayo se citó a un mitin en ta Plaza Haymarket, con el fin de expresar su protesta por los seis muertos y decenas de heridos que la empresa Mc Cormik había perpetrado contra indefensos obreros haciendo uso de su derecho a huelga. Aproximadamente 15,000 hombres respondieron al llamado de los organizadores del acto y todos se apretaron aquella tarde fría y lluviosa para escuchar proclamas de venganza y frases enardecidas contra los ricos y los bandidos del orden. Cuando la manifestación estaba por concluir, comenzaron a avanzar unos 180 policías dando órdenes que el mitin debería de concluir; al no ser obedecidos, levantaron sus armas en posición de fuego, y en esos precisos instantes cayó sobre los atacantes una bomba que llegó a matar a 7 policías, dejando heridos a sesenta. La respuesta no se hizo esperar; cargaron con tanta furia que dejaron 38 obreros muertos y 115 heridos.
Como consecuencia de este hecho que conmocionó al país, las organizaciones obreras, sus diarios y las casas de los dirigentes anarquistas, fueron saqueadas brutalmente. La misma noche del incidente, Chicago fue declarado en Estado de Emergencia y las tropas resguardaron militarmente los barrios obreros. Cientos de sospechosos fueron a dar a la cárcel, entre ellos, los principales dirigentes de los trabajadores: Fielden, Schwad, Fischer, Engel, Lingg, Neebe, Spíes, Parsons; los cuales, después de un juicio infame y cobarde, pasarían a convertirse, en los MARTIRES DE CHICAGO, por el sólo hecho de luchar por las 8 horas de trabajo y por una sociedad más humana.
José Martí, el apóstol de la independencia de Cuba y que fuera testigo de estos sucesos luctuosos, informó al mundo por medio de sus crónicas periodísticas, que no se pudo probar que ninguno de los 8 acusados de asesinato hubiesen preparado ni encubierto siquiera una conspiración. Los únicos testigos en su contra fueron los policías y cuatro "anarquistas" comprados, uno de ellos confesó de perjuro. Lo que sí quedó claro, es que no se les acusaba de haber tirado la bomba sino de predicar la violencia para destruir el sistema político económico de la nación. En otras palabras, fue un juicio a las ideas, no a ningún hecho punible por la ley y la Constitución.
Pocas veces en la historia de la humanidad se pueden encontrar ejemplos tan pasionales y salvajes como los que ocurrieron en Chicago aquel año de 1866. Todo desde un principio estuvo viciado: el tribunal, los testigos, las pruebas, los jueces, etc. querían darle una gran lección a los trabajadores de su país y así prepararon y consumaron una de las más grandes injusticias de todos los tiempos.
El 20 de agosto de 1866 fue leído el veredicto del jurado: Spies, Lingg, Fischer, Engel, Parsons, Schwab y Fielden fueron condenados a muerte. En vísperas de la ejecución se les conmutó a los dos últimos la pena de muerte por la de prisión perpetua. A Lingg, el experto en bombas, no lo pudieron llevar al patíbulo, pues se les escurrió a sus verdugos suicidándose con un diminuto explosivo que le destrozó la cara, el cuello y la laringe, muriendo seis horas más tarde.
Los discursos que los condenados pronunciaron al saber el destino que les aguardaba, han pasado a formar parte de la historia, no sólo por su belleza e inspiración, sino también por su heroísmo acrisolado, que aun a sabiendas de que eran víctimas de una conspiración infame, supieron mantenerse de píe hasta lo último, demostrándole así a sus asesinos y al mundo, que es posible morir con dignidad y que las grandes causas no perecen por el miedo .
Augusto Spies, 31 años, periodista y director del "Arbeiter Zeitung", expresó lo siguiente frente al tribunal que lo condenaba: .
"¿Queréis destruir a los agitadores?. Pues aniquilad a tos patrones que amasan sus fortunas con el trabajo de los obreros, acabad con los terratenientes que amontonan sus tesoros con las rentas que arrancan a tos miserables y escuálidos labradores… Suprimíos vosotros mismos, porque excitáis el espíritu revolucionario... Yo os digo que si la muerte es la pena que imponéis por proclamar la verdad, entonces estoy dispuesto a pagar tan costoso precio. ¡Ahorcadme!. La verdad crucificada en Sócrates, en Cristo, en Bruno, en Juan Huss, en Galileo, vive todavía; éstos y otros muchos nos han precedido en el pasado. ¡Nosotros estamos prontos a seguirles!".
Michael Schwab, nacido en Alemania, de profesión tipógrafo, con 33 años al momento del juicio e indultado después por et gobernador, hablaría así:
"Hablaré poco, y seguramente no despegaría mis labios si mí silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que acaba de desarrollarse... Si nosotros calláramos, hablarían hasta las piedras. Todos los días se cometen asesinatos; los niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres perecen a fuerza de trabajar y los hombres mueren lentamente, consumidos por sus rudas faenas, y nadie ha visto jamás que las leyes castiguen esos crímenes".
Adol Fischer, natural de Bremen en Alemania, periodista de profesión y con 30 años al instante de concluir la comedia que lo condenó a muerte:
"He sido tratado aquí como asesino y sólo se me ha probado que soy anarquista. Pero si yo he de ser ahorcado por profesar mis ideas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la redención de la especie humana, entonces yo lo digo muy alto: disponed de mi vida".
Luis Lingg, nacido en Alemania, de oficio carpintero, experto en artefactos explosivos, con 22 años y partidario decidido de los medios violentos, dijo a su turno:
"Me acusáis de despreciar la ley y el orden. ¿ Y qué significan la ley y el orden?. Sus representantes son los policías, y entre ellos hay muchos ladrones. Aquí se sienta el capitán Schaak. El me ha confesado que mi sombrero y mis libros habían desaparecido de su oficina, sustraídos por los policías. ¡He ahí vuestros defensores del derecho de propiedad!. Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras respire... En esta esperanza os digo: ¡Os desprecio; desprecio vuestra orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad!, ¡Ahorcadme!".
George Engel, alemán de nacimiento, de profesión tipógrafo y periodista, tenía 50 años cuando fue condenado al suplicio de la horca:
"¿En qué consiste mi crimen?, en que he trabajado por el establecimiento de un nuevo sistema social. Nuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar... Yo no combato individualmente a los capita¬listas, combato el sistema que da el privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus amigos y quienes son sus enemigos. Todo lo demás yo lo desprecio, desprecio el poder de un gobierno inicuo, su policía y los espías. Nada más tengo que decir".
Samuel Fielden , natural de Inglaterra, obrero textil y pastor metodista en su tiempo libre, se expresó asï ':
"Yo amo a mis hermanos, los trabajadores, como a mí mismo. Yo odio la tiranía, la maldad y la injusticia. El siglo XX comete el crimen de ahorcar a sus mejores amigos. No tardará en sonar la hora del arrepentimiento. Hoy el sol brilla para la humanidad, pero puesto que para nosotros no puede iluminar más dichosos días, me considero feliz al morir, sobre todo si mi muerte puede adelantar un solo minuto la llegada del venturoso día en que aquél alumbre mejor para los trabajadores".
Alberto Parsons, natural del Sur de los Estados Unidos, veterano de la guerra de Secesión, ex-candidato a la presidencia de la república y con 38 años al momento de pronunciar su último discurso, dijo:
"Vuestro veredicto es el veredicto de la pasión, engendrado por la pasión y realizado, en fin, por la pasión... Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. ¿Creéis, señores, que cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados a la fosa se habrá acabado todo?. ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah, no!. Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero, para demostraros vuestra injusticia y las injusticias sociales que nos llevan al cadalso ".
El 11 de febrero de 1887, fue el día fijado para poner fin a la tragedia que conmovió al mundo. Antes de ser ahorcados, todos lograron pronunciar algunas palabras pero las más famosas serían las de Spies:
"LLEGARA EL DÍA EN QUE NUESTRO SILENCIO SERA MAS PODEROSO QUE LAS VOCES QUE HOY ESTÁIS ESTRANGULANDO"
Gracias a los anarquistas, fundamentalmente, se conoció aquí en el Perú el histórico proceso de los mártires de Chicago, y gracias también a ellos, nuestros obreros aprendieron el lúgubre y ardiente poema de Henry Heine: "El Tejedor", que desde su celda de muerte recitara Engel a la tierra maldita y sin honor que lo asesinaría:
"Maldito el falso Estado en que florece y
como yedra crece
vasto y sin tasa el público baldón;
donde la tempestad la flor avienta
y el gusano del pobre se alimenta;
¡Adelante, Adelante el tejedor !
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